Anoche “Los Ricos no piden permiso” cumplió 200 episodios y a esta altura podemos decir que se estableció como el culebrón del año. Las historias que hay detrás de la familia Villalba lograron cautivar al público ubicándolo entre los 5 programas más vistos del día.
Arrancó allá por el 11 de enero de este año con un promedio de 16,4 y picos de 18, logró soportar todos los cambios de horarios que propuso el canal, sin embargo conquistó a un público que le fue fiel a pesar de los giros dramáticos, de los cruces de historias, de la ida de personajes e incluso de la incorporación de otros.
La tira arrancó de una determinada manera, incluso con parejas que fueron cambiando y ajustándose al día a día y a la demanda del público. Historias de triángulos que crecieron en intensidad y que le devolvieron a la tele lo mejor del género. Se consolidaron las parejas de Aguslena y Antolia como las llaman sus fans, incluso por sobre lo que propusieron en su arranque los autores.
Volvieron a la tele actores de la talla de Leonor Manso, Leonor Benedetto y Raul Taibo, le permitió a Araceli mostrarse en un género que muchas veces transitó con comodidad. A pesar del desafío de interpretar escenas con otros tiempos, Darthes, Heredia y Castro lograron posicionarse con el tono como los galanes modernos de la historia. Mostró el crecimiento de Eva de Dominici en su personaje de Josefina, uno de los más interesantes de la historia. Y propuso un ejército de “malos” liderados por Luciano Caceres dignos de la trama que mezcló personajes complejos como el de Anita, muy bien llevado de la mano de Sabrina Garciarena o la doctora Victoria, intensamente interpretada por Julieta Cardinali. Párrafo aparte para la maldad de Viviana Saccone con su personaje de Laura que le dio tantos matices a la historia de Antolia.
Mi pareja preferida, Aguslena, interpretada por Agustina Cherri, a esta altura la hija de la lágrima y Gonzalo Heredia, logró encontrar la medida y el tono justo que demandó el culebrón. Fueron del amor, intensidad, padecimiento al odio en cuestión de segundos.
“Los Ricos no piden permiso” supo encontrar un lugar en esta tele que no tiene demasiado rating para repartir, en un año donde otra lata extranjera se consagra como la ficción más vista diariamente. Exteriores en todos los capítulos, extras, diferentes escenarios y una producción que no escatima en un tv de poco presupuesto para todos. Nuestro idioma, nuestras costumbres, nuestros actores en un culebrón que le trajo sufrimiento e intensidad a la pantalla.